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LOS RETOS

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En esta sección compartimos una panorámica de los desafíos que afectan la calidad de vida y trabajo de las profesionales de la gestión cultural. Los identificamos a través de la investigación, los espacios de encuentro promovidos y las aportaciones de las asociaciones sectoriales compañeras en este camino.

Para cada reto tratamos de recopilar avances e iniciativas impulsadas por diferentes organizaciones. De esta forma, buscamos inspirar la continuidad o activación de nuevos trabajos para mejorar las condiciones laborales, pero también animar a evitar la tentación de pensar que partimos de cero en cada territorio o nueva iniciativa.

Esperamos que esto permita avanzar a través de colaboraciones entre agentes, aprovechando los esfuerzos sectoriales previos y el conocimiento profesional generado en los últimos años.

Marco laboral (sector público)

La profesión de la gestión cultural surge desde el trabajo en el ámbito público, siendo también la acción cultural de la administración pública -en sus diferentes niveles- quien determina los recursos, condiciones de trabajo y oportunidades para el resto de agentes culturales. Al tratarse de un oficio relativamente reciente, uno de los primeros objetivos de las asociaciones sectoriales fue y continúa siendo contar con un perfil profesional bien definido, con unas tipologías, funciones, responsabilidades y retribuciones de referencia. Vemos también cómo tenemos un tejido público de la cultura mayoritariamente compuesto por pequeñas entidades locales y de proximidad, con déficit de personal y equipos muy reducidos, -cuando no unipersonales- y donde a las trabajadoras públicas, igual que ocurre en la sanidad o la educación, cada vez se les exige más con menos recursos.  También encontramos precariedad en las externalizaciones de servicios, donde no siempre se garantizan unas condiciones dignas. Si miramos el conjunto del sistema, a la fragilidad de las instituciones y a lo efímero de muchos de los proyectos que en ella se pueden desarrollar, identificamos un sector público precario.

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Marco laboral (sector privado)

Dentro del entramado de profesionales y entidades privadas que hacen posible los proyectos culturales, en la mayoría de los casos condicionados directa o indirectamente por los recursos y políticas culturales públicas, se identifica una precariedad bastante generalizada: inestabilidad, intermitencia, baja remuneración, mucho autoempleo forzado, pocos derechos y en definitiva, condiciones que no permiten mantener una vida digna. Esta situación, más allá de cuestiones estructurales y transversales de la economía, tiene una relación directa con una alta atomización y con una reducida actividad corporativista y sindical, pero también con un gran desconocimiento de cuestiones económicas, laborales, fiscales y legales básicas para trabajar desde el autoempleo. También hay particularidades vinculadas al importante peso del tercer sector en la cultura.

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Cooperación público-privada

No es posible entender el sector cultural hoy sin la cooperación entre agentes públicos, privados y del tercer sector. Su relación se articula a través del marco legislativo, normativo y de las herramientas administrativas, de contratación y de convocatorias de ayudas. A veces por desconocimiento, a veces por pereza, pueden ser espacios de cuidados… o de auténtica violencia burocrática. La responsabilidad es bidireccional, ya que desde el sector privado también debe haber un mayor esfuerzo de interlocución y comprensión de la esfera pública. Si no se conocen el marco normativo y las limitaciones del día a día es más difícil identificar las claves para establecer relaciones de colaboración más efectivas para todas las partes.

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Recursos

Las condiciones materiales de las que dispone un sector son el principal elemento que definirá la calidad del trabajo, entendida tanto para quienes han de desarrollarlo como en términos de los resultados finales de lo que se produce. Trabajamos mayoritariamente con pocos recursos económicos y humanos, no siempre porque no existan, sino también porque determinadas políticas culturales priorizan unas líneas y descuidan otras. Se señala que una mayor atención y su traducción en presupuestos sólo llegarán si avanzamos en el reconocimiento social de nuestro trabajo, especialmente si nos permite garantizar los derechos culturales de la ciudadanía. En este camino, también vemos cómo fomentar la diversificación de la financiación permite dotar de más autonomía y sostenibilidad a los proyectos culturales.

 


Comprender y planificar

Sin datos para el diagnóstico, la planificación estratégica y una cultura de evaluación en las organizaciones, especialmente las públicas, los trabajadores del sector se ven arrastrados por dinámicas de improvisación y atención constante a lo inmediato. Lo que conduce a un mal uso de los ya limitados recursos y a una menor productividad, así como a problemas de salud mental. Comprendernos para actuar y avanzar requiere también afrontar que el sector cultural, con su gran diversidad, se encuentra actualmente muy fragmentado y sectorialmente ensimismado. Lo que se traduce en un gran desconocimiento entre agentes de diferentes áreas, incluso cuando están explorando soluciones a desafíos similares en paralelo. Desde el punto de vista de las políticas culturales, es importante identificar los puntos comunes, para ayudar a estructurar, pero también saber atender las especificidades de las distintas disciplinas. Además de avanzar en un mayor grado de coordinación entre el conjunto de administraciones con competencias en el sector cultural.


Brechas y desigualdades

El sector cultural y creativo se alimenta de un contingente de trabajadores entusiastas, aunque en su mayoría infra remunerados. Lo que impide sostener un proyecto profesional y de vida en muchos casos. ¿Quién queda en el sector que pueda resistir sus condiciones? ¿Qué perfiles, voces y opiniones se están quedando fuera? Las diferentes brechas identificadas se traducen en desigualdad para acceder y poder mantenerse en las ocupaciones culturales, pero también en las posibilidades de progresar profesionalmente y alcanzar el mismo reconocimiento y visibilidad. Aunque abordamos con más detalle sólo algunas de estas brechas, también debemos mencionar otras como el origen, etnia o, de manera más transversal, las causas socioeconómicas que impiden la participación de distintos colectivos en el porcentaje que debiera corresponderles en la vida cultural y en el trabajo cultural.

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Estruturas colectivas de cuidados

La alta atomización del sector privado (autonómicos y microentidades) y el déficit de personal en las instituciones públicas también implica muchas dificultades para salir de dinámicas en las que debemos afrontar los diferentes retos en soledad. El papel de las asociaciones profesionales es clave, pero también existen formas colectivas de cooperación más informales o efímeras. Desde una perspectiva laboral, los modelos de la economía social ofrecen un marco para que las personas trabajadoras sumen esfuerzos, dentro de equipos donde se prioricen los cuidados.


Conocimiento especializado

Otra consecuencia de la atomización del sector privado (autonómicos y microentidades) y el déficit de personal en las instituciones públicas es la excesiva carga multitarea -tanto en las que podemos especializarnos como en las que no podemos subcontratar-, teniendo que combinar varios proyectos y tipos de tareas simultáneas y, en última instancia, baja productividad y falta crónica de tiempo. Se desperdicia mucha energía intentando aprender a hacer -mal- un poco de todo lo que también genera frustración, problemas de autoestima y de salud mental. Todo esto llevado en soledad. Algunas estrategias para rescatar tiempo pasan por acceder a conocimiento especializado. Profesionales y empresas que muchas veces no tienen fácil visibilizarse y viabilizar su actividad. Además de fórmulas de cooperación y mutualización de conocimientos y servicios.


Tiempo para cuidar (de nosotras y de nuestros proyectos)

Tanto en el sector creativo como en los proyectos culturales vivimos en una dinámica frenética de sobreproducción de cultura fast food. Un modelo de contenido cultural que no deja tiempo para pensar, ni a quien produce, ni a quien consume. Ante esta situación insostenible, surge la necesidad de generar contextos para la creación lenta, para la investigación y la innovación en cultura.