Esta iniciativa nace con la intención de abordar la sostenibilidad y las condiciones laborales de las personas que trabajan en la gestión cultural. Un tema muy presente cuando nos reunimos en foros y espacios profesionales. El consenso general apunta a una preocupante situación de precariedad y vulnerabilidad que afecta a buena parte de nosotras, también a los compañeros y compañeras de las demás disciplinas y oficios que hacen posible la actividad cultural profesional.
No es algo que afecte exclusivamente a nuestro sector, pero sí reunimos importantes factores de riesgo como una alta atomización (autónomos o entidades públicas y privadas con equipos muy reducidos, cuando no unipersonales), alta intermitencia laboral, mucho autoempleo y escasa oferta por cuenta ajena (especialmente en el sector privado) y déficit de recursos materiales y humanos en las instituciones públicas. Todo ello provoca que las dificultades del día a día deban afrontarse habitualmente en soledad, añadiendo así otros factores de riesgo que también merman la productividad: una excesiva carga multitarea (tanto en aquellas en las que podemos estar especializadas como en otras en las que no lo estamos, pero no conseguimos externalizar), tener que compaginar varios trabajos o proyectos simultáneos en el sector privado para conseguir unos ingresos mínimos y, en general, una falta crónica de tiempo. Lo que afecta a la calidad del trabajo desarrollado, pero que también repercute a nivel personal. Desde las dificultades de conciliación hasta problemas de salud, especialmente mental.
Si vamos un poco más allá, encontramos en el sector una necesidad de reunir un mayor conocimiento económico, financiero y legal. Esto convive particularmente mal con la particular predisposición sectorial a sacar adelante proyectos aunque no siempre tengan una clara viabilidad, también a encontrar quienes presten servicios por debajo de unas condiciones dignas. También vemos como crece gradualmente la complejidad de nuestras funciones, de la legislación aplicable y de los procesos burocráticos en el ámbito de la cultura, además de la continua aparición de nuevos retos, como la transformación digital, la inclusión o la sostenibilidad.
Ante la dificultad de ampliar equipos o de contar con un asesoramiento externo especializado, todos ellos son nuevos frentes que en la mayoría de los casos se asumen como responsabilidades de mejora individual. Para lo cual se necesita más tiempo. Un tiempo que no tenemos. Lo que nos impide articular soluciones, también a través de la organización colectiva, para que las y los profesionales de la gestión cultural que sostenemos el sistema cultural, público y privado, podamos contar con los recursos y el tiempo para lograr nuestro principal propósito: garantizar los derechos culturales de la ciudadanía.